lunes, 12 de marzo de 2012

La sola soledad

Si te amo tanto es
porque contigo amo
la sola soledad de estar contigo.
Y no me valen ya
ni los medios quereres compartidos
ni tardes de domingo
quebrando los lamentos,
rompiendo con tu voz todo el silencio
de ese jardín desnudo en que te guardo.
No me sirven de nada tus ausencias,
ni el eco de tus pasos retenido
junto a la galería.
No quiero ya saber del misticismo
por recordar de nuevo
los motivos que tengo para verte.
La sola soledad es lo que amo;
el resto, ese silencio,
nunca tuvo importancia,
porque el silencio ha sido
el resto de la vida
que mis palabras no nombraron nunca.
Por eso te amo tanto,
como cuando confieso que no logro
despertar de tus ojos cristalinos,
pedacitos de cielo,
para soñar después toda la noche
la brevedad de un beso.
Y entonces te conviertes sin quererlo
en la novia del tiempo que he perdido
buscando más tiempo que dedicarte.
Recorro las estancias, los espacios,
para seguir sitiado,
mentido nuevamente por el miedo
a morir en tu espejo,
a caer en la soledad amarga
que anida en el vacío que me dejas.
Hazme un favor, no digas ya más nada
de fiebre y de corales.
No desgranes los versos que te escribo.
Quédate quieta y muda
para que yo te escuche
desde dentro de mí, como cadencia,
imparable latido en mi cabeza.
Pródigo son de luna
de tu silencio nace,
mientras callada esperas
que todo forme parte de nosotros.
Mañana atraparemos
hilos de luz entre las arboledas,
pinturas luminosas que dejaran
destellos en tu pelo.
Tierna y resbaladiza
irrumpirás mi sola y añorada
soledad que se enreda en nuestros cuerpos
y nos une al salvaje paraíso,
soledad que se acuesta a nuestro lado
contando mariposas.
Devuélveme la plenitud del día.
Junto a mi nombre apunta
“solo ha de estar conmigo”,
así podré dormir en tu regazo
para mojarme de ti por entero.
Roza mis labios con tu piel de seda
sin pronunciar palabra,
sin romper el hechizo.
Que empape este silencio
la sola soledad de estar contigo.

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